El fin de semana con este calorcito y el sol brillando como para cegar a los menos fuertes me la pase con impulsos caseros de descanso. Las mañanas fueron para leer el periodico, sentada en el patio viendo a Catzilla comer los bichos que salian del zacate y actuar mas felinamente de lo que normalmente tiene oportunidad. La palabra es frollicking.
Considerando mi tazota de cafe solo pude apreciar el lujo de no trabajar los fines de semana, sintiendo la borrosa memoria de lo pesado que eran las semanas en el despacho de Tijuana. Pero todo se dio a su tiempo, hace 10 años trabajar tan duro se me hacia casi normal, cargas pilas de la gente a mi alrededor tambien ocupada en tostarse la pestañas. El Sr. Logovo en tiempos regulares trabaja entre 20 y 30 horas a la semana, pero este es el tiempo de la carrilla, asi que acostumbrado a la buena vida trabajar 50 o 60 horas se siente crucificado. Cuando me mira levantar la ceja ante sus quejas le da risa, diciendo que claro eso es para los debiles gringos y que seguro un tipo en el DF se burlaria de su dolor.
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